Psicosis

No hay duda de que Psicosis (1960) es una de las grandes películas de la historia de suspense/terror. Se ha falsificado, homenajeado, copiado y parodiado, pero nunca se ha duplicado. Sin duda, es la más famosa película de Hitchcock. Es también una película que realmente se cotiza en su final de choque.

Si pensamos, un minuto, sobre qué recordamos de Psicosis, probablemente se nos pasen por la cabeza las escenas de la ducha, la muerte del detective en la escalera, y la secuencia final. Hay mucho sobresaliente en esta película  y muchas cosas que vale la pena considerar,  sin esas cuatro secuencias críticas.

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La película comienza como una típica película de Hitchcock. Una joven llamada Marion roba 40.000 dólares a su jefe. Que no es mucho, actualmente, pero antes era una verdadera pasta. Conduce desde Phoenix a California para  iniciar una nueva vida con su novio. La escena de su fuga en coche es una verdadera escena de tensión. Por un momento, nos ponemos en la piel de Marion y sentimos su angustia y su miedo por acabar en la cárcel..

En el camino, se compra un vehículo nuevo y se detiene en el Motel Bates. Allí conoce a Norman Bates (Anthony Perkins), que es un chico tranquilo y  torpe, bajo el mando de su madre perturbada. Mientras Marion está en la ducha, es asesinada por la señora Bates, una de las más famosas secuencias jamás filmadas. El resto de la película se centra en la búsqueda de Marion.

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SPOILER Por supuesto, el momento más grande en Psicosis, más allá de la secuencia de la ducha es el momento de la revelación final (ninguna experiencia religiosa ni prodigiosa). La señora Bates murió tiempo atrás, y es otro de los proyectos de taxidermia de su hijo Norman. Norman, vestido como su madre y blandiendo un cuchillo enorme cocina, realiza todos los asesinatos. Un gran momento de shock, que es memorable de forma permanente.

La genialidad de esta película es, que  hasta el final, nuestras simpatías descansan casi enteramente en Norman. En el hundiendo del coche de Marion en un lodazal la tensión se apodera de nosotros y recuerdo que la primera vez que vi la película, quise que  el coche se hundiese rápidamente para proteger a Norman; parece un buen tipo, pensaba.

El final, sin embargo, me dio una bofetada de realidad. Norman no es un buen tipo, está totalmente perturbado, y el truco de Hitchcock, que a mi me parece enteramente maravilloso, es que haya  logrado que nos solidarizáramos con un completo lunático.

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 Marion Crane es el foco de todas las escenas en la primera parte de la película. Las pocas veces que no está en la cámara, estamos viendo las cosas desde su punto de vista (los primeros disparos de la casa Bates en la lluvia), o es ella misma el centro de la escena (Norman espiándola a través de la pared). La verdad es que matarla, lo mismo podía haber sido una catástrofe o, como es el caso, una verdadera genialidad.

Vayamos al tema del color. No me la puedo imaginar en otro formato que no sea el blanco y negro. El blanco y negro es tan bueno y tan cambiante que lo convierte en la única forma posible de ver la película.

La música es sencillamente reconocible hasta para aquellos que no hayan visitado nunca el Motel Bates. Se une, junto a las de Star Wars o Jurassic Park, a la hemeroteca de las grandes obras musicales del cine.

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La escena de la ducha. Una mirada diferente de un asesinato. Sabemos que se lleva a cabo mientras Marion está en la ducha pero no hay desnudos, no se ve ni al cuchillo ni al asesino. El juego de sombras es el protagonista en esta escena y la sangre por el desagüe la única prueba de que se haya cometido el asesinato. Es una escena de estilo. Un estilo personal que ha llevado a Hitchcock a la cima del cine negro y de suspense.

NOTA. Si os ha gustado esta película no os debéis perder Con la muerte en los talones (1959), Los pájaros (1963)  o Frenesí (1972).

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